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El caballero con mi mano en el pecho

Mi mano derecha entera se contorsiona.
Busca una forma propia
puliéndose los nudillos.
Desgastandolos. Haciéndolos fantasmas.
Bajo su égida mis dedos: ¡dedos míos!
se alargan y languidecen
Mi mano derecha entera se feminiza,
se hace renacentista,
como si de arte fuera.
Es la mano que se hace mano.
Que se vuelve mano en el pecho,
de ese lúgubre caballero,
en el cuadro que pincelada
a pincelada una vez pinto el Greco.


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