“Ahora bien, Adán tuvo coito con Eva su esposa, y ella quedó encinta. Con el tiempo ella dio a luz a Caín y dijo: “He producido un hombre con la ayuda de Jehová”. Más tarde volvió a dar a luz, a su hermano Abel”
Génesis 4: 1-2
Caín y Abel de Marc Chagall
Compartieron el útero materno. Se alimentaron de los mismos senos. Uno de ellos, el menor, persistió en la gracia de la leche materna por más tiempo. El otro, ahora puedo decirle el apenado, logro vivir sin esa nutrición y se dio a la desdicha. Pensó que si Caín había odiado y dado muerte a Abel porque este último se había granjeado el favor de Dios, que no podría hacer él si lo que estaba en vilo era el amor de una madre.
Justificado por la mitología bíblica y convencido de que los milenios solo habían multiplicado la corrupción del alma humana desde ese primer asesinato pensó que su propósito era del todo realizable. Y lo hubiera sido. Si el otro no lo hubiera odiado con la misma intensidad y no hubiera rescrito la historia en otros términos. Ahora Abel mata a Caín.
En el nombre de la madre, del hijo y del espíritu santo. Amén.
20 de mayo 2010
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